Se dice que preocuparse es una manera de pre-visualizar el peor escenario posible, el más catastrófico. Las preocupaciones son una expresión de los miedos que albergamos. Miedo a la pérdida y al dolor que ésta nos producirá. Es como si somos prisioneros de las nubes de las preocupaciones y no encontramos la manera de ver la luz del sol de la calma y la confianza.
El hábito de preocuparse no es algo trivial. El exceso de preocupaciones, originadas en el miedo y la inseguridad, puede conducir a las personas a serios desórdenes que afectan incluso la salud. El cada vez más frecuente TAG, o trastorno de ansiedad generalizada, es una enfermedad básicamente psicosomática. Las personas que padecen el TAG presentan como síntomas un exceso de preocupaciones, tendencia que no pueden controlar. Tienen problemas para concentrarse, se sobresaltan con facilidad, se sienten cansados a menudo, irritables y con temblores, entre otros síntomas. Llegados a ese nivel de preocupación y ansiedad, los afectados por el TAG tienen que medicarse.
Por tanto, el hábito de la preocupación es algo que merece atención, a fin de cuidar y proteger nuestra salud integral.
En realidad, la mayoría de las preocupaciones nunca llegan a materializarse. Como dijo Michel de Montaigne, filósofo y escritor renacentista: “Mi vida ha estado llena de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca sucedieron”.
Ese es nuestro poder y nuestro reto: somos los creadores de nuestra propia realidad. La situación externa en realidad es algo neutro, somos nosotros quienes le atribuimos significado e intención. Sin embargo, bajo la influencia de los miedos y las preocupaciones, tenemos altas probabilidades de juzgar una situación erróneamente.
¿Qué métodos podemos emplear para protegernos de las preocupaciones? ¿Y para liberarnos del hábito de preocuparnos?
El Dalai Lama nos resume muy bien la naturaleza inútil de la preocupación: “Si puedes hacer algo con respecto a un problema, entonces hazlo y si no puedes, de nada sirve preocuparse.”
De nuevo, es conveniente acercarnos a una mejor comprensión del funcionamiento de la mente. Cuando creamos pensamientos acerca de algo específico, sea alguna tarea que resolver o bien un proceso mental creativo, nuestra mente está ocupada y enfocada. Tan pronto como abandonamos ese foco, la mente está libre para pensar en cualquier cosa y nuestros patrones automáticos de pensamiento la ocuparán con algo. Si uno de nuestros patrones fuertes es el de preocuparnos, sin duda recuperará el control de la mente.
Así que esta es la clave, ¿quién o qué controla la mente? ¿Es la mente dirigida desde mi centro de voluntad consciente o se trata sólo de un hábito mental? Tomar las riendas de la mente es algo fundamental, no sólo para liberarnos de las preocupaciones, sino para conquistar todos nuestros hábitos perjudiciales.
Por tanto, es una cuestión de foco. Dónde enfoco mi mente. La mente por sí sola irá donde los hábitos la lleven. Tenemos que tomar consciencia de que la mayor parte del tiempo, nuestra mente está ocupada con pensamientos automáticos que surgen de nuestros patrones mentales. No surgen de una elección consciente y libre. Esta comprensión es vital para recuperar el control y el dominio de nuestro espacio mental.
La persona proactiva enfoca toda su atención en el presente, actúa con iniciativa. Sabe que permaneciendo tranquila y libre de preocupaciones es mucho más efectiva. Tal y como nos recordaba el Dalai Lama, se trata de enfocarme siempre en qué puedo hacer. Usar la mente de una forma creativa y constructiva. No sólo a veces, sino siempre. Ya que hablamos de patrones, nos interesa crear el patrón de pensar siempre en las soluciones y las opciones, en explorar las diferentes alternativas desde la creatividad. Cuando hacemos eso, de manera natural, el estado anímico de nuestra mente se modifica muy positivamente.
Por supuesto, nos podemos encontrar con situaciones relevantes para nosotros, situaciones que percibiríamos como dignas de preocuparnos, como por ejemplo la posibilidad de perder nuestro puesto de trabajo. Aun así, la realidad es que la preocupación y el estrés (debidos al miedo que surge ante la posibilidad de tal pérdida) van a reducir aún más mi rendimiento y mi eficiencia. Así que, una vez más, lo mejor que puedo hacer es recordarme a mí mismo que lo único que puedo hacer es enfocarme en hacer las cosas lo mejor posible, es decir, enfocarme en mi círculo de influencia (tal y como nos recuerda Stephen Covey en su best-seller “Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva”) e ignorar el círculo de preocupación (todo aquello que está fuera de mi influencia o control).
Además, no todas las situaciones que nos generan preocupación son tan relevantes. En realidad la mayoría de preocupaciones no corresponden a tal categoría sino que son simples especulaciones que surgen del hábito.
Las preocupaciones, finalmente, suelen ser patrones de pensamientos generados por una actitud más bien pesimista ante la vida. El optimismo, según los estudios del psicólogo americano Martin Seligman, se basa en asumir la responsabilidad personal ante aquello que nos acontece. La persona optimista se vuelve responsable de lo que sucede y se cuestiona qué opciones tiene y qué se puede hacer para mejorar su situación. El pesimista se siente impotente y a merced de las circunstancias, espera que el cambio le venga del exterior. El optimismo significa considerarse causante y creador de las propias circunstancias.
Como nos recordaba Winston Churchill: “Un optimista es aquél que ve una oportunidad en cada calamidad y un pesimista es aquél que ve una calamidad en cada oportunidad”.
El optimismo nos conecta con virtudes tan importantes como el coraje, el entusiasmo, la motivación y la confianza ante la vida y el futuro. Con esa actitud, cerramos de forma automática nuestra mente a cualquier atisbo de preocupación.
Es conveniente que nos demos cuenta de que una actitud optimista no tiene que ver ni con la ingenuidad ni con la negación de la realidad. Es un estado de conciencia que creamos poniendo el foco de nuestra atención en todo lo que es valioso, útil y beneficioso. Ese estado de conciencia genera un actitud responsable, activa, generadora de estrategias para afrontar la realidad y transformarla.
Está comprobado que la actitud optimista ante la vida fortalece nuestro sistema inmunitario e incrementa la longevidad. Independientemente de que consigamos lo que nos habíamos propuesto, el optimismo es un logro en sí mismo, nos ayuda a disfrutar del presente y sacar lo mejor de cada momento.
Como dijo H. G. Wells, el famoso escritor de relatos de ciencia ficción: “Si, a fin de cuentas, su optimismo resultara injustificado, al menos habría vivido de buen humor”.
Eva says
Hola. Os he descubierto ahora, en una etapa de stres emocional tremendo en mi vida.
Leeros me resulta muy gratificante y realmente constructivo.
En particular este artículo me parece muy interesante. Aunque difícil de llevar a la práctica. Como quitarse de encima las preocupaciones y los pensamientos negativos?. Difícil, muy difícil….pero lo intentaré.
Gracias Guillermo.
Guillermo Simó Kadletz says
Gracias por compartir tu experiencia Eva. Y ya verás, que aunque requiere su esfuerzo, enseguida vas a notar los beneficios de tu práctica. Un saludo!
Concepción says
Después de leer vuestro artículo me fui a dormir
sorprendente!
mi mente estaba más pacífica!
mi hija que vive arriba con 4 gatos,estaba en Valencia,
oigo ruidos y yo haciendome un té,4 de la mañana,
no era normal tanto ruido de los gatos
puertas que chirrían,pensé si tuviera el teléfono
del que cuida a los gatos,amigo de mi hija,
por fin una voz
* no se vaya a asustar soy yo que he venido a cuidar los gatos*
vale! todo está en paz,no me preocupo.
Patricia says
«Quitar hierro a las situaciones». «Sentir interiormente que ya todo se solucionó,aunque la realidad no lo muestre todavía, y hacer lo que esté en tu mano».»Decirnos : lo que sea ,que sea para bien…»
Y dejar que todo se recoloque dando tiempo al tiempo .Existe una magia escondida en estas actitudes llenas de aceptación,fe, y desapego..Entonces lo imposible se hace posible,lo he visto tantas veces en mi vida práctica !
Gracias Guillermo por recordarme lo que no debemos olvidar !
F says
Buenas noches.
Increiblemente eficaz este post.
Ahora que me encuentro fuera d Madrid por asuntos personales y dificiles,me viene bien recordar que en todas las situaciones,puedo encontrar una ocasion para crecer.
Ver las cosas en su justa medida me ayuda a llevar los problemas con otra actitud
saludos Guillermo,Om Shanti.
Fernanda says
Cuando me brota la pre-ocupación, es decir, me ocupo de una situación antes de tiempo… procuro adoptar la actitud que me recuerda la frase: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios».
Por lo menos a mí me calma y me amortigua el miedo…
Saludos!!!!
Antonio says
Estoy completamente de acuerdo con vuestro comentario, hay que reviindicar la positividad por encima de la negativida, no es tarea fácil. Y más hoy en día donde además de la problemática real que pueda tener cada uno, también hemos generado mediante la «móvil-tecnología», otros afluentes de problemas, que añadidos a los otros, aumenta el número, evidentemente separar el grano de la paja es fundamental para tener una vida tan positiva como liviana.
Beti Sapiña says
Bueno Guillermo lo de cambiar patrones de pensamientos. Cambiar unos cuantos es fácil el reto es cambiar el hábito de preocuparnos! Gracias allí voy!
Teresa Ramirez says
Excelente , me llega en un muy buen momento , por algo , gracias , totalmente de acuerdo en todos los puntos , aunque en realidad es uno , preocuparnos sin solución desgaste innecesario !
Andrea says
Excelente Realmente necesitamos asumir la responsabilidad de nuestros estados de ánimo, una y otra vez entender y vivenciar profundamente que nuestra realidad la estamos creando en cads momento y depende de nuestro foco de atención A que le damos poder a que le estamos dando vida que estamos proyectando afuera que nos ayuda a nuestro aprendizaje y crecimiento