Si le preguntáramos a cualquier persona qué es lo que desea en la vida, seguro que nos contesta, “ser feliz”. Es una respuesta común pero tiene tantas interpretaciones como personas hay en la tierra. Cada uno de nosotros tiene una creencia sobre la felicidad, en muchas ocasiones basada en la visión social colectiva. No es nuestra creencia, es la creencia que la mayoría ha adoptado, por eso la seguimos.
Reflexionemos un poco: ¿qué nos hace sentir felices? Por ejemplo: en la escuela, aprobar un examen, pasar al sigiente curso, en el trabajo, ganar más dinero, o ser ascendido de categoría, en la vida tener más facilidades para vivir más cómodamente, o a nivel de relaciones, ser aceptado por un grupo, a ser apreciado o amado por una persona. Todos estos aspectos tienen en común la sensación de tener más de algo, es decir una sensación de mejora o de progreso. Lo que ocurre es que todo esto puede ser temporal y produce la sensación de estar constantemente persiguiendo una ilusión. Por eso cada vez hay más personas que dicen que la felicidad no existe.
La felicidad no puede ser sostenible con la adquisición de cosas, podemos incluir las relaciones también. La felicidad puede ser sostenible cuando tengo la sensación de progesar, en otras palabras de crecer de una forma regular y consistente.